viernes, 9 de marzo de 2012

Historia de la bombilla o foco



Desde el surgimiento de la humanidad, la única fuente de luz y calor que conoció el hombre fue el Sol. Cuando éste descubrió el fuego, lo utilizó igualmente, durante miles de años, como fuente de luz artificial y como una forma de proporcionarse calor.

Se supone que fue en Mesopotamia, 7000 años a.C., la época en que nuestros remotos antepasados comenzaron a utilizar lámparas de terracota con aceite como combustible para alumbrarse, en sustitución de las antorchas de leña que habían utilizado hasta entonces. Posteriormente, alrededor del año 400 d.C. los fenicios comenzaron a emplear las conocidas velas de cera, que han perdurado hasta nuestros días con la misma función de proporcionarnos luz o ambientar un sitio. Muchos años después, alrededor de 1798 se comienza a utilizar el gas como combustible en las lámparas para alumbrado y a partir de mediados del siglo XIX se le da el mismo uso al petróleo.


En 1840 Warren de la Rue, colocó un filamento de platino en el interior de un tubo de vacío. Hizo pasar electricidad por el filamento, el cual ardió emitiendo luz y calor. La casi ausencia de gas en el interior del tubo, junto con la alta resistencia del platino al calor, permitió que el material del filamento tomara gran temperatura sin quemarse inmediatamente. Esta fue, la primera bombilla incandescente, aunque su alto precio la hizo comercialmente inviable.



Pero el primer dispositivo eléctrico de iluminación artificial que permitió verdaderamente su comercialización alcanzando inmediata popularidad fue la lámpara de filamento incandescente desarrollada simultáneamente por el británico Sir Joseph Swan y por el inventor norteamericano Thomas Alva Edison, aunque la patente de invención se le otorgó a este último en 1878



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